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Prensa y poder

La mayoría de los presidentes mexicanos ha atacado a los medios independientes, estos han sobrevivido gracias al ejercicio responsable de la libertad de expresión para vigilar a los poderosos.
 
Existe prensa vendida y corrupta. Sin embargo, también la hay independiente y crítica. En el México posrevolucionario esta última ha sido el principal muro de contención de los autoritarismos. De esa historia de tensiones rescato lo que sucedió durante El Maximato con El Diario de Yucatán. Permitirá dimensionar los ataques de López Obrador a Ciro Gómez Leyva y otros colegas.
 
En 1931, Plutarco Elías Calles, el «jefe máximo», apoyó la ofensiva del gobernador Bartolomé García Correa contra El Diario de Yucatán al que llamaba «reaccionario, pérfido, clerical y enemigo del pueblo». En realidad, la furia venía de los reportajes y columnas señalando ineptitudes y corrupciones del gobernador. El acoso fue tan feroz que los policías estatales cercaron el edificio y arrebataban los ejemplares de las manos de los lectores. Ante la pasividad federal, el periódico suspendió la publicación entre octubre y marzo de 1933.
 
El director, Carlos R. Menéndez, estaba curtido en las batallas por la libertad de expresión y tenía la legitimidad de haber combatido a las dictaduras de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta. Lo apoyaron los lectores, el gremio (en particular los 50 afiliados a la Prensa Asociada de los Estados) y la prensa internacional. Cuando el conflicto se enconó y aumentó el costo para el gobierno, el callismo se dividió y el Presidente interino, Abelardo L. Rodríguez, autorizó a la Suprema Corte a conceder un amparo solicitado por el periódico. Con la protección del Ejército, el diario volvió a circular en marzo de 1933.
 
Una lección fue que los medios podían tomarse el riesgo de criticar a gobernadores, legisladores y secretarios de Estado, pero no debían señalar al Presidente (en ese entonces, tampoco al «jefe máximo»). El Excélsior de Julio Scherer fue uno de los arietes que abrieron fisuras a la burbuja protectora de los solitarios de palacio. Gradualmente se generalizaron las críticas a los presidentes.
 
Carezco de espacio para detallar las reacciones de cada mandatario. Señalo las grandes tendencias: se ha reducido el poder de los presidentes, se ha incrementado exponencialmente la fuerza criminal, el país está abierto al escrutinio internacional y los medios de comunicación independientes se han multiplicado, fortalecido y diversificado.
 
Con esos antecedentes reviso el conflicto entre López Obrador y la prensa independiente y crítica. En febrero de 2019 empezaron los ataques desde la mañanera. Las descalificaciones han sido metódicas y constantes, pero endebles porque carecen de sustento fáctico y porque muchos de los condenados desde Palacio Nacional tienen la legitimidad de habérsela jugado por la transición democrática y criticado a mandatarios priistas y panistas.
 
Lo ejemplifico con el Grupo Reforma, el destinatario más frecuente de la ira presidencial. Antes de instalarse en Palacio, el ahora Presidente asistía a reuniones con editorialistas de Reforma y mantenía una relación educada con los directivos del diario. Le irritaban los cuestionamientos, pero los asumía con entereza. Que ahora demonice a todos los que formamos parte de este diario se debe, pienso, a su necesidad de construir adversarios para justificar sus errores y omisiones y desviar la atención sobre otros temas.
 
Coincido con otros colegas en que no se advierte un nexo causal directo entre las críticas presidenciales y el atentado contra Ciro Gómez Leyva. López Obrador no es culpable de eso, pero sí es responsable de crear un clima de linchamiento contra aquellos periodistas e intelectuales que lo incomodan. Que volviera a condenar a Ciro después del atentado muestra su fijación enfermiza contra el gremio.
 
¿Qué hacer? Resulta imposible guardar silencio cuando está en juego la seguridad nacional por el empoderamiento criminal y la supervivencia de nuestra democracia por los ataques al INE. El costo ha sido alto, pero la prensa independiente ha resistido cuatro años dejando a la realidad imponer los adjetivos. Ejercer con rigor y responsabilidad la libertad de expresión es la fórmula que nos permitirá sobrevivir a la ofensiva que seguirá saliendo de Palacio Nacional durante el próximo bienio.

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