Por: Raúl Berumen
Santos González Yescas, el soberbio. El alcalde embriagado de poder. Desde que Ricardo Lugo asumió la diputación local, se ha convertido en el delfín del actual presidente municipal para construirle una candidatura a modo.
Santos González Yescas no ha tenido el menor pudor en utilizar todos los recursos, toda la infraestructura municipal para beneficiar a su favorito. Desde la Dirección del Deporte organizan torneos con el nombre del diputado. En el DIF realizan fiestas retro. Y así, cada dependencia hace lo mismo, eventos y actividades acomodadas para promover la figura de Ricardo Lugo.
Ha sido tal la desfachatez, que recientemente en la “mañanera” del alcalde, a pregunta del influyente periodista Luis Carlos Bravo, el alcalde reiteró su apoyo abierto al diputado, peor aún, dijo en su borrachera de poder, que no ve otra persona al interior de Morena para contender por la presidencia municipal.
Pero con su soberbia fue más allá, al considerar que no existen los partidos de oposición ni los personajes para competir contra Ricardo Lugo.
Más allá de sus expresiones, deja muy claro la posición del presidente municipal Santos González Yescas, un hombre que se siente y cree todo poderoso, por encima de la ley y de quien sea. Un hombre altanero y que solo le importa lo que él piensa.
Quizás por eso, desde otros casos lo hemos visto en la misma posición, muchas veces retadora, creyéndose que no va pasar nada, como lo fue el caso de la regidora Rebecca Ching, que en todo momento minimizó y dejó crecer hasta que le explotó en las manos la decisión de la Corte.
Pero así, altaneros y soberbios, siguiendo el ejemplo de su jefe están varios funcionarios municipales, como lo son el director de Comunicación Social, Juan Pedro Morales; y la directora de Turismo, Tania Castillo. Ambos embriagados de poder, mareados por un pequeño ladrillo e incapaces de entender que el servicio público es una oportunidad para servir a los ciudadanos, no para ofender a quienes opinan diferente a ellos.
Ambos, serviles a los bajos instintos del alcalde y de su hijo Alejandro, con tal de mantenerse dentro del sistema, porque fuera no son nada, ambos sin vergüenza ni dignidad, fieles representantes de lo peor que puede significar un gobierno.
Por eso no debería de sorprender el comportamiento de estos personajes, porque al final son un espejo de su jefe, un soberbio embriagado de poder.
*El autor es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y director del portal de noticias VOCES.
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