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LOS QUE QUEDAMOS VIVOS

Psicólogo Jesús Alfredo López.

Desde muy temprano todos los niños del barrio salíamos a jugar en el tiempo de vacaciones escolares, allá por los años 80, Las temporadas o estaciones se definían por mucho más que el clima. La temporada podía ser la del juego de las canicas, la del trompo, la de resorteras, futbol en la calle etc. Pocas cosas podían interrumpir el juego entre los amigos, ya que en medio de la mucha pobreza éramos ricos  en la sensación  mágica que el juego nos brindaba en libertad y diversión. Todo esto combinado con una hermandad  con los amigos del barrio, algo que no se decía, pero en verdad lo sentíamos. Esos momentos tan especiales solían ser interrumpidos por un chiflido o grito para ir a comer, o, en su debido caso, para ir a comprar algo a la tiendita de la esquina. Muchas otras veces la costumbre era el ir con algún vecino a preguntar.

─ Buenos días don Abraham, dice mi mamá que si casualmente le puede regalar una taza de arroz, el sábado que vayamos al mercado se la devolvemos.

Y aunque no era la costumbre el regresar nada, era una especie de código del buen vecino el saber compartir, ya que esta práctica de trueque se le ofrecía y les convenía a todos. De manera muy especial otra costumbre nos paraba  y era capaz de suspender momentáneamente el juego. Ya que don Juan, el culto del barrio, quien leía todos los periódicos, se nos acercaba y esto era señal de que ahora de manera gratuita podíamos leer de los diversos diarios.

─ Miren ahí viene don Juan a traernos los periódicos ─ Gritaba el primero en verlo.

Todos corríamos tratando de elegir alguna de nuestras secciones favoritas.

─ Aquí dice que Hugo Sánchez pasará del atlético de Madrid al Real Madrid ─ Decía el que tenía la sección deportiva.

─ Yo prefiero seguir con la continuidad de la historieta de Memin Pinguin ─ Afirmaba alguien más.

─ A mí me toca hoy la sopa de letras. No sean abusones por ser yo el más chiquito ─ Con molestia discutía el niño que siempre quería esa tajada de diversión.

En ocasiones todo era acuerdo y respeto, aunque muchas otras veces, todo era un tumulto de discusión. Como de manera cómica muchas veces llegaba de forma inesperada ese que mantenía las últimas páginas del periódico,  las del clasificado donde además de ofrecer trabajos se mostraba la programación de los principales canales de T.V.

─ Hey, miren todos, hoy darán una película del Santo. ─ Con una sonrisa en el rostro el niño héroe del momento por anunciarnos la gran noticia, ─ se creía en ese momento el mismo santo enmascarado de plata.

─ ¿Y cuál es la película? ─ preguntábamos con gran jubilo.

─ Santos contra las mujeres loba ─ escuchábamos todos, al momento que nos deleitábamos por una película que aunque todos ya habíamos visto, nos daba la oportunidad de pensar en nuestro gran héroe.

Ya en la tarde después de la comida y de haber visto la película, todos salíamos de nuestras casas y era tiempo de hablar de nuestras partes favoritas de la película. Muchas veces jugábamos a interpretar la película u otras veces simplemente jugábamos cualquier otro juego.

─ Juguemos a los hoyitos ─ decía alguien ─ de tal manera eran nuestros días en esos años 80.

Todos teníamos gran capacidad de soñar, todos queríamos ser héroes y contábamos como nunca con la oportunidad de vivir en un México independiente, el cual en medio de la pobreza nos daba a todos en el barrio la oportunidad de estudiar gratuitamente, de contar con servicios de salud pública y de vivir en un país que no estaba plagado de violencia o en medio de una guerra. El hablar de la revolución o la guerra cristera, tan solo era por los libros de la historia. En definitiva no fuimos una generación de postguerra y aún no enfrentábamos como generación la terrible guerra contra el narcotráfico.

Teníamos muchas oportunidades a diferencias de tantas otras generaciones en la historia de nuestro país, las mismas que con gran esfuerzo, fe, valor y voluntad nos brindaron las bases de un México soberano e independiente. Sin embargo, apenas unas décadas después muchos de los de mi generación ya habían muerto, otros tantos se encontraban en la cárcel y otros sumidos ya sea en la pobreza o en las adicciones. ¿Qué fue entonces lo que sucedió? Generaciones anteriores en medio de la gran austeridad y ante el deseo de progresar nos entregaron un país listo para seguir creciendo, pero eso no lo estaba reflejando mi generación.

Los sociólogos afirman lo perjudicial de la familia disfuncional, las adicciones en el hogar, la culpa del gobierno ante la verdadera oportunidad de estudio y empleo digno para todos. Mi opinión es que nos tomó por sorpresa un factor que llegó a nuestras casas y hogares como ladrón que entra por las noches, roba y nadie en el momento se da cuenta.

Nos robó como familia y como sociedad la capacidad de ser sociales, agradecidos y el espíritu de lucha que es sostenido por el valor de esfuerzo para imponerse ante la adversidad, a ese terrible monstruo se le llama comodidad.

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