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Una paz duradera

Para saber
 
“La persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero” (Mahatma Gandhi).
 
En el inicio del tiempo pascual, que da comienzo con la fiesta de la Resurrección, el Papa Francisco comentaba su relación con la fiesta del domingo de Ramos en que la multitud lo aclamaba con un rey que les traería la paz. Pero muchos esperaban solo una paz social, incluso impuesta por la fuerza o con el poder divino para someter a los extranjeros y opresores. Pero Jesús vino a traernos otro tipo de paz, y entró montado, no en un fuerte y brioso caballo, sino en un manso y dócil pollino. Les dirá a sus discípulos: «Mi paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo» (Jn 14,27).
 
El mundo quiere imponer su paz por la fuerza y dominio, pero Jesús sigue el camino de la mansedumbre y de la cruz. Cristo, ha tomado sobre sí nuestro mal, nuestro pecado y nuestra muerte. Así nos ha liberado y pagado por nosotros: Su paz no es fruto de algún acuerdo, sino que nace del don de sí.
 
Para pensar
 
Hay un texto en la novela “Los Hermanos Karamasov”, de Dostoievski, en que uno de los personajes, Iván, relata la Leyenda del Gran Inquisidor. El Papa Francisco hizo referencia a ella. Se supone que Jesús regresa a la tierra, no en su definitiva venida al final de los tiempos, sino en el siglo XVI. Hace diversos milagros aliviando penas y enfermedades, pero al final vuelve a ser arrestado. Es interrogado y criticado ferozmente por el Inquisidor, que representa la visión humana. Lo acusa de no haberse convertido, pudiéndolo hacer, en César, en el rey más grande de este mundo… En cambio prefirió respetar la libertad del hombre, en vez de someterlo e imponer la paz. Por ello lo vuelve a condenar. La Leyenda termina en que después de la larga acusación, Jesús no responde, reacciona con un gesto dulce y concreto, se acerca en silencio, y lo que hace es besar al inquisidor, quien conmovido lo deja libre.
 
Siempre resulta actual el relato de Dostoievski: Una paz basada en el poder, es falsa, conduce al odio, a la muerte, a la traición a Dios y trae amargura en el alma. La paz de Cristo es verdadera y está apoyada en la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito a todo prójimo.
 
Para vivir
 
El saludo de Jesús el día de su Resurrección es: «La paz con vosotros» (Jn 20,19.21). Al ya habernos reconciliado con Dios, en el alma del hombre ya puede haber una paz interior que le lleva también a reconciliarse con los demás.
 
Lo único que nos separa y enemista con Dios es el pecado. Pero la Redención de Jesús, nos facilita volver a la unidad a través del Sacramento de la Reconciliación, la Confesión.
 
Estamos llamados a ser portadores de la paz de Cristo con las “armas” del Evangelio, que son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito a todos, sin distinción. El Papa Francisco nos invita a pedir a Cristo, la paz del corazón y la paz en el mundo.(articulosdog@gmail.com)

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