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La paradoja de la vida

Pbro. José Martínez Colín
 
Para saber
 
“Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento”. Esta frase de Pascal (siglo XVII), podría haber sido dicha por algún autor contemporáneo. En toda época el hombre requiere reflexionar para no ser manipulado. A ello nos invita el Papa Francisco en su carta Apostólica sobre este filósofo: El hombre añora una verdadera felicidad, y trata inútilmente de llenarla con todo lo que le rodea.
 
En el hombre se presenta la paradoja de su vida, señala Pascal: Por una parte, tiene un deseo infinito de ser feliz y de conocer la verdad; pero por otra, tiene una razón limitada y una debilidad física, que lo conduce a la muerte. Pascal tiene muy claro que aquí en la tierra no hay satisfacción verdadera y sólida, y todos nuestros placeres no son más que vanidad, pues al final viene irremediablemente la muerte. No hay nada más real que esto, ni más terrible. Por ello necesita distraerse: “De ahí viene que a los hombres les guste tanto el bullicio y el movimiento”.
 
El hombre tiene muchos modos de distraerse, pero por desgracia, algunos son vicios. Al fin constata que ninguna diversión colma su gran deseo de vida y felicidad. Sucede que al tener el hombre un deseo infinito, sólo podrá ser llenado por algo infinito e inmutable, es decir, sólo por el mismo Dios. Sólo en Dios y en la verdad que nos ha revelado se encuentran las respuestas para las paradojas que lo torturan.
 
Para pensar
 
Diógenes tenía su independencia como su más preciado tesoro y procuraba no depender de los demás en nada, y se deshacía de todo objeto inútil. Solía vivir casi con nada. Lo ilustra aquella anécdota que relata que cuando vio a un niño beber agua de una fuente ayudándose del hueco que formaban sus manos, se dijo: «Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas», tras lo cual rompió el pequeño tazón con el que bebía.
 
Se cuenta que no era una persona fácil Diógenes, aunque lo admiraban la mayoría de los atenienses. Entre sus pocos amigos se encontraba el filósofo Platón. En una ocasión Platón encontró a Diógenes en una fuente, lavando las verduras que comería ese día, y le dijo:»Ya lo ves amigo mío, si hubieses adulado a Dionisio, el tendero, hoy no tendrías que lavar tus verduras». Le contestó Diógenes: «Y si tú te pusieras a lavar tus verduras, no tendrías que estar adulando a Dionisio».
 
Para vivir
 
Blaise Pascal quería demostrar que la religión cristiana es «venerable porque ha conocido bien al hombre y es amable porque promete el verdadero bien». El Papa Francisco indica que esa verdad puede ayudarnos a atravesar las oscuridades y las desgracias de este mundo.
 
Pero hay que saber que sólo gustaremos la felicidad del Evangelio “si el Espíritu Santo nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo».
 
Pascal admiraba la sabiduría de los antiguos filósofos griegos, que eran sencillos en su arte del buen vivir. Sin embargo, distingue algunas filosofías erróneas, como el estoicismo que conduce al orgullo, o el escepticismo que lleva a la desesperación. Alcanzaremos la verdad y la felicidad sabiendo discernir una buena filosofía compatible con la fe revelada. (articulosdog@gmail.com)

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