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El emisario de la muerte

Por: Psic. Jesús Alfredo López

 

Hablar de Alfred Nobel, creador de los premios Nobel, es hablar del principal galardón internacional que otorga anualmente el reconocimiento a personas o instituciones que hayan llevado a cabo investigaciones o descubrimientos notables para el bien de la humanidad.

Pero lo cierto es que a la fecha de su muerte, el 10 de diciembre de 1896, este hombre y su apellido eran sinónimo de destrucción, guerra y muerte.

Los emisarios en la antigüedad eran personas que recorrían grandes distancias a caballo transportando mensajes, contratados inicialmente por nobles o emperadores. Ellos, en lo exclusivo, son el antecedente de lo que actualmente conocemos como carteros.

Teniendo en cuenta que Alfred Nobel era conocido como el padre o rey de la dinamita, no es de extrañarse que se le considerara como un emisario de la muerte.

Amante de la literatura y la poesía fue alejado de esta pasión por su padre, obligándolo a ser ingeniero.

Es un hecho que para lograr el descubrimiento de la dinamita, fue posible gracias a la valentía y gran inteligencia científica de Nobel, pues miles de veces arriesgó su vida y puso a prueba toda su capacidad intelectual y emocional.

Su intención era poner a su invento al servicio de la humanidad en los sectores de construcción, transportes y obras públicas, pero su potencial destructivo no pasó desapercibido en el mundo bélico, por lo cual tuvo una gran demanda por toda Europa y Estados Unidos.

Contrario a lo que él quería, Nobel pensaba que al descubrir un arma con efectos devastadores, las naciones vivirían en paz, por temor a que fuera utilizada, pero aparte de unir pueblos en las grandes construcciones, el uso de la dinamita era usada en las guerras. Además, grandes accidentes en su trasporte generaban miles de muertes.

Esto  llevó a la imagen de Nobel a ser reconocido como todo lo contrario a lo que él deseaba como científico al servicio de la humanidad.

Hablar de este hombre en sus tiempos, era describir a un millonario y científico armamentista. Muy raro al ser amante de la poesía y literatura. Siendo para su tristeza su invención tomada para recitar una poesía con versos que eran causa de destrucción y muerte. Al nacer en una familia de ingenieros que vendían armas, lo natural fue que él también se convirtiera en un ingeniero.

Lo cierto es que su esencia natural era la de un poeta.

Por ello, ante el remordimiento de conciencia por una culpa que lo consumía, decidió darle un giro total a su imagen y existencia, ya que instituyó en su testamento un fondo que destinara a su gran fortuna un premio a los mejores exponentes en la literatura, medicina, química y paz.

Ante esto hablamos de un hombre que nos muestra a todos con su ejemplo que sí podemos cambiar; que ciertamente todos somos emisarios en nuestra vida de un mensaje que puede ser de vida o muerte.

Entendamos que en lo cotidiano todos somos creadores e inventores de cosas, situaciones, relaciones, vivencias, etcétera, que pueden ser causa de felicidad y paz o de tristeza y guerra. Lo bueno o malo de nosotros pone de manifiesto quienes somos realmente, si nos define la valentía y la bondad o por lo contrario la cobardía y la maldad.

Al igual que Nobel, en nuestras mejores intenciones, nos es permitido fallar, lo más importante es entender que no es válido el vivir consumidos por el pasado y la culpa.

Entendamos que en definitiva todos enfrentamos la muerte, esto no es precisamente ausencia de vida, si lo es la ausencia de vivir para el bien propio y el de los demás.

No se trata del tipo de herencia negativa que hayamos recibido de nuestros padres, pues este hombre forzado a ser ingeniero, en su esencia real nos dejó un legado de poesía a la vida y a la paz.

Por ello, entendamos que nuestra principal contribución a la humanidad es ese legado que habremos de dejar a nuestros seres queridos.

Observa este ejemplo y entiende que todos tenemos la capacidad de cambiar. De ninguna manera pienses que no tienes fe, ya que positiva o negativa todos la tenemos, pues la fe también puede estar basada en el pesimismo o falta de esperanza.

Se dice que Alfred Nobel tuvo más de 355 patentes, que representaban el horror. Mas hoy, la mayoría lo recordamos por premiar en el mundo todo lo que representa precisamente ciencia, virtud, paz y en ello amor.

Hasta ahora, en lo cotidiano, tus seres queridos viven las patentes de una vida que a su lado has construido.

Decide y asegúrate que al paso de tu vida, estas patentes que trascenderán, no representen amargura o muerte, sino por el contrario  vida, alegría y amor.

 

El autor es Licenciado en Psicología. Consultorio: Av. Revolución entre calles 38 y 40. Teléfono: 653 (12) 1 7161.

 

 

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