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Mi hijo ha desaparecido

Por: Psic. Jesús Alfredo López

 

En los años 30, todo solía ser muy tranquilo en la vieja ranchería al costado del rio Colorado.

Los típicos temas: la pesca, la siembra y los chismes que se originaban principalmente en la cantina, que no podía faltar, aunque fuera un pueblo tan pequeño.

Era de esperarse también que las noticias acerca de bandidos pistoleros, cuatreros y amantes del ocio y lo ajeno fueran plática de todos los días.

Más una mañana muy en particular, Doña Nena, la esposa del herrero, gritando a mas no poder por el principal camino rural, no paraba de correr y de parar a cualquiera que avanzaba, ya sea a pie, burro, caballo o carreta.

“Mi hijo ha desaparecido, mi hijo ha desaparecido, por favor, ayúdenme, que el estúpido de mi esposo de la hamaca no se puede levantar”, con gran angustia y agitada, no paraba de suplicar.

“¡Seguramente anda buscando aventura en alguna ranchería! No se preocupe que ya pronto aparecerá”, riendo, la mayoría le contestaba a la angustiada y desdichada madre.

“Pero habiendo tanto cuatrero o pistolero alguien pudo con la vida de mi hijo querer acabar”, desconsolada seguía gritando, esperando que alguien una buena noticia le pudiera dar.

Para tristeza de Doña nena, al igual que muchos padres, desconocía el tipo de hijo que tenía en casa.

Era bien conocido por la gente humilde y trabajadora que a este desaparecido hijo no le gustaba para nada trabajar. Hablaba tan solo de sus grandes planes y de lo rico que se haría con toda facilidad, por lo cual era flojo, egoísta y soberbio, se avergonzaba de los buenos valores inculcados por sus padres y abuelos. Por ello, para muchos tan solo era cuestión de tiempo para que se marchara para quizás, como todo hijo ingrato, nunca regresar.

Mientras los días pasaban el esposo de Doña Nena, cansado de verla tan solo llorar, por fin la intentó confrontar.

“Para ya de tanto llorar y de gritar, vieja, te he dicho que tu hijo no es un santo. ¿Cómo es posible que no lo puedas notar?”, a veces pareciendo burlón y otras veces preocupado, sin tentarse el corazón no paraba de hablar.

“Iría a buscarlo, pero siendo nuestro hijo tan flojo e ingrato, ya verás que en cuanto necesite algo, estará aquí sin titubear”, muy seguro hablaba de ese hijo que él mismo mal educó.

Los días pasaban y como loca del pueblo, le exigía al Comisariado, a los vecinos y a cualquiera que le llegaba escuchar, que hiciera por favor brigadas de auxilio, para a ese hijo perdido rescatar.

Cansado de verla gritar como llorona de ranchería en todo momento, ya fuera de día o de noche, Silvano, el loco más cuerdo de la región, se le acercó para hacerle una dura confrontación.

“Dios no quiera que haya pasado con tu hijo una desgracia, nadie en este lugar desea eso para tu huerco. Lo cierto es que tienes que entender que si no recibes ayuda alguna es porque en su actitud tu hijo ya había desaparecido desde ya hace mucho tiempo”, sin esperar recibir una buena respuesta, Silvano a esa desesperada madre le hablaba.

“Bien dicen que estás loco Silvano, solo tú puedes decir tan ilógicas palabras”, muy indignada y sin entender nada, Doña Nena le contestaba.

 

*****

Lo que Silvano no pudo explicar, es que todo hijo mal educado, primero se va en un sentido mental; aun estando en casa sus ideas ya empiezan a viajar.

Después llega el viaje emocional, el mismo que se aparta de los ideales familiares, ya que atentan a lo que él considera justo aunque esté alejado del bienestar sustentado en el trabajo y la disciplina, todo esto hasta llegar a la huida espiritual, donde en definitiva los valores, el temor a Dios y el amor a la familia queda en el olvido.

Finalmente, llega la huida conductual, donde guiado por ese erróneo proceso termina por marcharse físicamente.

Los hijos no desparecen por una desgracia o huida repentina, es labor de todo padre detectar este proceso para poderlo evitar.

Y tal como todo mundo lo predijo, el hijo de esta angustiada mujer reapareció al cabo de unas semanas, tan solo para este ciclo de mala educación e huida de nuevo empezar.

La angustiada Doña Nena, queriendo de todos los buenos consejos ignorar, tan solo se condenó para que al paso de unos años su hijo falto de preparación se marchara al crimen, hasta que en una cárcel por muchos años llegó a terminar.

 

El autor es Licenciad en Psicología. Consultorio: Av. Revolución entre calles 39 y 40. Teléfono: 653 (12) 1 7161.

 

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