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¿Por qué mi papá es un ogro?

Por: Psic. Jesús Alfredo López*

 

Todo era alegría y gozo en el hogar de la familia manzanares.

Los cinco hijos contentos entraban y salían de la casa al ver que su madre leía un libro.

De vez en cuando la interrumpían al decirle lo mucho que le amaban.

Los cinco hermanos, de quien el mayor era Julio, de 13 años de edad, perfectamente sabían que su madre era similar a una reina o la princesa más bella y encantada del mejor cuento de hadas.

Una vez que la madre terminó de leer su libro, les sorprendió con bocadillos que les llevó hasta el jardín donde todos jugaban. Con grandes sonrisas comían y le agradecían a esa hermosa mujer, que les hacía sentir los niños más dichosos del mundo.

Pero como todo cuento de hadas, en el momento menos inesperado, a la espalda del más pequeño, un ser malvado llegó.

Todo se oscureció repentinamente y sus cuatro hermanos asustados no podían ocultar el terror en su rostro.

El pequeño, sin querer voltear, entendió que tras de él se encontraba el ogro maligno. Esa era la triste manera como ellos habían aprendido a referirse acerca de su papá.

Sin decir nada, los cinco hermanos salieron corriendo todos a ocultarse entre las cobijas de sus camas.

Aunque rara vez sucedía, ese hermoso día había terminado abruptamente al salir su papá muy temprano del trabajo.

Su hermosa madre, su bella princesa, misteriosamente no le temía.

-“¿Cómo estás mi amor?”, le preguntó como era de costumbre con su voz fina y la más linda sonrisa.

-“Nada bien, acaso debería de estarlo cuando mis hijos ni siquiera me saludan”, con una voz muy molesta afirmó el hombre.

-“Si tan sólo les dieras un poquito de tu tiempo y jugarás con ellos, te dejarían de tener tanto miedo”, con una voz en tono de súplica, le contestaba la madre de los niños.

Él, con un tono aún más molesto, le contestó:

-“Ya sabes que viví los peores golpes que un niño puede sufrir en la vida. Bastante hago con tronarme la espalda para que ellos te tengan y que no les falte nada”.

Suplicando una vez más, su mujer le insistió:

-“Pero mi amor, en verdad entiende que no es suficiente”…

-“¡Basta ya, y dame de cenar!”, sentenció el iracundo hombre.

Los niños desde el interior, podían observar por la ventana que el ogro maltrataba a su princesa.

Muy aprisa comió su padre para meterse con su madre a su habitación. Ella, antes de ir con él, se despidió de todos dándoles para esa noche su bendición.

-“¡Pero, cómo tardas mujer!”, desde su habitación, el ogro le gritaba.

-“Ya voy mi amor”, la mujer, preocupada, le afirmaba.

Todos los hijos sabían que no dormirían, no hasta que su princesa una vez dormido el ogro, regresara para decirles que todo estaba bien.

Nunca se imaginaron que esa noche, todo empezaría a ser diferente, pues al estar hablando en susurro los cinco hermanos bajo las cobijas, con terror empezaron a escuchar los gritos de su madre.

-“No me pegues, ya no, por favor”…

Impulsivamente, Panchito, el menor de todos, tomó su bate de plástico y se dirigió hasta el cuarto donde el ogro golpeaba a su mamá.

A diferencia de tantas otras noches, a sus 5 años de edad se sentía con la altura y fuerza suficiente para enfrentar al malvado monstruo.

Más nunca se imaginó que al entrar abruptamente, las piernas le temblarían y su pipí se derramaría al instante, solo por ver la terrible mirada e infernal voz que le preguntaba:

-“¿Qué crees que estás haciendo aquí?”.

Viéndole aterrorizado y reuniendo todas sus fuerzas, le contestó.

-“Tú no debes de seguir golpeando a mi princesa, eres un malvado ogro y estoy aquí para defenderla”.

Con gran gozo miró como su padre cambiaba su rostro de maldad al de horror. El pequeño se empezaba a sentir valiente.

De repente, al mirar atrás, notó que ahí estaban sus dos hermanos y dos hermanas portando barrotes y sartenes para defender a su mamá.

-“¡No papá, no mamá, por favor no me peguen!”, ese fue el grito desesperado que su padre exclamó.

Al haber salido su padre corriendo sin decir nada, los cinco hermanos, sin entender sus palabras, tan solo se preocuparon por consolar a su mamá.

-“Pero, ¿por qué salió de esa manera papá?, le preguntó una de las dos hermanas.

-“Creo que miró en ustedes un horrible recuerdo de su papá y su mamá”, les dijo.

Esa noche los cinco hermanos comprendieron que quizás el ogro no era tan malo, que tal vez nunca recibió otra forma de saber amar. También comprendieron que de ahora en adelante nunca más permitirían que él golpeara a su mamá.

En el porche con las manos en la frente, hasta muy tarde se quedó su papá. Con un “ya vente papá”, al escuchar el grito de sus cinco hijos, se atrevió a entrar.

Esa noche, la princesa y sus cinco hijos durmieron tranquilos. Por lo menos una noche, hasta que de nuevo apareciera ese ogro malvado, al que tendrían de ser necesario de nuevo que enfrentar.

 

*El autor es Licenciado en Psicología. Consultorio: Av. Revolución entre calles 39 y 40. Teléfono: 653 (12) 1 7161.

 

 

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