Marcel Arlan dijo que se juzga a alguien, según su infierno…
Yo agrego que se juzga a alguien, según el modo en que ha sido educado, lo cual de no ser correcto conlleva a los peores sufrimientos e infiernos de la vida.
La sociedad se conmociona al ver hasta dónde puede llegar la violencia o la maldad del hombre, ignorando que la mayoría de las veces la raíz es la venganza.
Podemos entender, sin justificar, que alguien que es capaz de asesinar a sangre fría en un tiroteo escolar, tuvo que haber tenido una infancia muy difícil, algo así como que sus padres lo entregaron en adopción y que a su vez los padres adoptivos murieron.
Les aseguro que independientemente del sufrimiento, lo que marca la vida de cualquier individuo es como es educado para saber vivir en adversidad o prosperidad.
En adversidad, para no vivir siendo víctima de nada o de nadie y sin pretexto alguno con mucha disciplina luchar, para buscar salir adelante con el mayor honor posible.
En prosperidad, se tiene que saber luchar para nunca olvidar que ningún logro es posible por sí solo, que es necesario nunca olvidar la humildad y la gratitud.
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Muchos padres de hoy, en su deseo de amar, pretenden guiar la vida de sus hijos sin sufrimiento alguno, desconocen que la peor desdicha del alma es para aquel que nunca probó la adversidad. Es por eso que si en los límites o correcciones hay formación, por más que cause lágrimas e incomprensión, a eso se le llama disciplina, y eso es amor.
El no brindar disciplina es destinar a un hijo que teniendo vida, no vivirá, es tener a un hijo que siendo estudiante no estudiará o que teniendo un trabajo realmente no trabajará, esto es ser un “nini”, aunque lo sea encubierto.
Es normal en todo hijo el ofrecer resistencia a los limites o la disciplina que al no entenderlos les parecen elementos crueles totalmente lejanos al amor.
Algunos hijos, debido a su temperamento, ofrecen mayor desafío y se resisten en su inocencia con gran necedad, mas es deber de todo padre quebrantar esa voluntad negativa, para que ellos entiendan lo que realmente es el amor propio y al prójimo, para que ellos vivan la verdad que el mundo ignora, ya que el amor se sustenta en la disciplina.
Para todos es fácil el comprender, que el motivo de la venganza es el desquite de una persona al haberse sentido ofendida o muy herida, esto representa un desahogo de ira, de rencor o de lo que consideran una injusticia. Mas es muy necesario saber que en medio de los millones de venganzas que podríamos ejemplificar, podemos clasificarlas en dos: Venganza activa-consciente y venganza pasiva-inconsciente.
Durante toda mi vida he visto a padres que en su pasividad, viven el resultado de una venganza que, sin notarlo, igual les cobra factura a través de sus hijos, ya que sus retoños pueden ser los más alegres, inteligentes, soñadores, enamorados, etcétera, mas en un sentido real son unos “ninis” que viven a expensas de unos padres por no haberlos preparado para enfrentar la adversidad, ni para brindar una vida con real propósito a la sociedad.
El desquite o la venganza de este tipo de hijos aun y cuando es pasiva e inconsciente, causa mucho daño y lamento a unos padres que por más que se esfuerzan, sufren por unos hijos que pasivamente violentan y se desquitan al ser unos mantenidos.
La venganza activa y consciente suele ser la más objetiva y criticada, llevada a cabo por hijos insensibles e ingratos de todo esfuerzo de sus padres, ya que al haber sido educados sin disciplina, los guía lo que realmente los formó, esto es el desamor.
Por ello, sin comprenderlo muchas veces, viven llenos de amargura o resentimiento y la más común válvula de escape es la violencia.
Los padres de este tipo de “ninis” violentos no logran entender el hecho de que sus hijos se conviertan literalmente en sus verdugos, llenándoles de amenazas, insultos, llegando incluso, a los golpes. Todo esto ante una gran exigencia, pues han sido educados como emperadores, donde los más cercanos que son sus padres son los principales súbditos.
Es normal para un hijo violento, resentido, merecedor de todo sin ningún esfuerzo e ingrato a más no poder, el ser guiado por una sensación de descontrol y de muerte por lo cual dentro de su normalidad esto es lo que representan, esta es la razón que lleva al crimen a quien ha sido violentado en algo que debió haber sido tan sencillo como lo es la atención y corrección en el hogar.
No olvidemos, la sobreprotección origina a hijos consentidos, robándoles precisamente el sentido de vivir en un mundo donde la vida es muy dura y solo los preparados con verdadero carácter son capaces de saber vivir.
La vida le ofrece a los padres un sin fin de oportunidades para corregir a quienes se encaminan a ser todos unos forajidos, que así tengan imagen de que estudian o trabajan, la maldad que ha crecido en sus corazones al no ser debidamente educados, les impide realmente ser lo que representan.
Tristemente, el desquite para este tipo de hijos llega a un nivel donde muchas veces, ya no es suficiente el dolor que le causan a sus padres, el dolor es tan grande que quienes tienen que pagar las consecuencias serán aquellos que se congregan en masas, como lo es en un recinto escolar.
Entendamos de una vez por todas que es su torcida normalidad brindan lo que han recibido, una vida sin disciplina y limites, una vida que es sinónimo de muerte.
Hago, a través de este medio, un llamado a autoridades escolares, civiles o municipales. Hagamos algo para ofrecer resistencia ante lo que está pasando en los hogares de nuestra comunidad.
Hay tantos padres que sin saberlo al educar sin disciplina alguna están formando al que puede ser en un futuro el causante de una gran desgracia en algún recinto escolar de nuestra ciudad.
Dios nos ayude para no vivirlo cara a cara en nuestra ciudad.
*Nuestro colaborador es Licenciado en Psicología. Consultorio: Av. Revolución entre calles 39 y 40. Teléfono: 653 (12) 1 7161.
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