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La necesaria soledad de los primeros días tras convertirte en mamá

Por Periódico Excélsior

 

Muchos no saben que cuando se tiene un bebé, las semanas que siguen, la mamá transita por un proceso de recuperación. No sólo físico, sino también emocional. La mayoría de la veces, esa recuperación se da casi siempre en segundo plano, detrás de los pañales que cambiar y a escondidas de las visitas para el nuevo bebé.

Muchas mamás nos sentimos solas en esas primeras semanas de acomodo. Sé que suena extraño, porque aunque estemos casadas, con un bebé que necesita de nosotros en cada momento y vivamos al lado de la casa de nuestros papás, hay instantes en donde sientes que estás más sola que un náufrago.

Me refiero a esa soledad que te llega a las cuatro de la mañana mientras amamantas o calientas biberones, esa soledad cuando te miras al espejo y no te reconoces con ese cabello que no puedes controlar, las ojeras, la piel pálida, la flacidez, tu ropa manchada de leche y tus pantuflas. Esa soledad de no saber cómo recuperarte de nuevo.

Los días después de haber tenido un bebé pueden sentirse como una especie de abandono; y es que en esencia si ocurre un abandono. Hay una renuncia y un abandono a nuestra vida anterior, a cuando no éramos mamás, es una puerta que se cierra detrás de todos esos años que hasta ahora habíamos vivido. Pero tras el capullo, tras esos días de metamorfosis, re-aparecemos en nuestra nueva piel de madres y la hacemos nuestra.

Vivimos en una sociedad que no soporta “perder el tiempo”. Necesitamos ser eficientes, prácticos, rápidos y útiles para salir adelante hoy en día.

Y luego nos convertimos en madres, y por primera vez algo; la maternidad, requiere que “perdamos el tiempo” que nos frenemos para construir un vínculo con nuestro bebé, para generar confianza, para desarrollar paciencia y dar espacio a la relación. Para darle espacio y momento a esa metamorfosis.

La nueva mamá necesita tener estos días de soledad y regeneración para crear el vínculo con su hijo. Porque para poder crear vínculo, requiere tener una conexión consigo misma que le permita sentir su propia motivación y confianza. Necesita, primero, hacer suya su nueva piel de madre.

En esos primeros días tras el nacimiento de su bebé, la mamá se recupera sin ser vista, sin robar cámara y sin causar mucho desorden. Y en esa recuperación invisible, sufre un momento de crisis, sólo para gritar al mundo. “–Aquí estoy, aquí sigo, sólo traigo una nueva piel, ahora soy madre”.

 

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