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ÉRASE UNA VEZ DOS ÁRBOLES…

Por: Psicólogo Jesús Alfredo López

Muchos eran los árboles que había en una extensa pradera, más dos específicamente sobresalían por su altura, su robusto tronco y su amplio y verde follaje. Uno de ellos era sabio debido a las múltiples y bellas primaveras, pero mejor aún por haber sobrevivido a los más crueles inviernos.

El otro era muy alegre, impetuoso, joven y engreído, presumía de ser el más bello a todos los demás árboles. Al recibir visitas de personas que descansaban o comían bajo su sombra, con gran jubilo y presunción les gritaba a los demás árboles lo hermoso que era.

─ ¡Hey! ¡Hey! Dirijan su atención hacia mí, pues una vez más estos humanos han elegido mi sombra para descansar y pasar un bello momento. Claro pues lo hacen ante el más bello árbol de esta pradera.

El árbol sabio quien era el más cercano a el, tan sólo al igual que los demás lo escuchaban, tratando de ignorar tanta presunción.

En una ocasión el joven árbol empezó el día gritando y cantando de tanto júbilo, pues había decidido permanecer siempre hermoso. Los halagos de tanta gente que lo visitaban eran según el, su propósito de existencia.

Al escuchar esta declaración, el árbol sabio le dijo.

─ Te he escuchado y es importante que recuerdes que pronto terminará este verano, lo que significa que se aproxima el otoño. Tiempo en el que nuestras hojas se marchitan e incluso muchas de nuestras ramas al suelo caen. Tiempo de palidez, descanso y preparación.

Mas el joven árbol, escuchándole molesto le dijo.

─ Siempre te he observado como un árbol a respetar pues creí que eras sabio, más hoy observo que al igual que los demás tan solo envidias mi belleza.

─ ¡Pero no es así! Joven y necio árbol. ─ Con tono desesperado el maduro árbol le contestó.

─ Entiende que el otoño no es gris, fealdad o tristeza. Por el contrario es un tiempo donde no importándonos nuestra apariencia, nos preparamos para almacenar toda nuestra energía en nuestras raíces en el subsuelo. Lo que significará hojas y apariencia marchita.

─ Tratando de calmarse, le explicaba al joven y necio árbol.

─ Pues yo reto al otoño y hago lo mismo con el invierno, mi belleza estará en cualquier estación.

─ Muy seguro de sí y gritándolo a los cuatro vientos lo afirmaba el joven árbol.

Cuando el otoño llegó, los elogios para este árbol eran aún mayores. Pues las personas maravilladas no podían creer lo verde y radiante que lucía. Ahora era mayor su belleza en relación con los otros árboles.

Más un día el invierno llegó. Este árbol joven e impetuoso como cada mañana al ser movido su ramaje por el viento, notó que muchas de sus hojas caían. También notó que tenía un frio intenso, como nunca lo había tenido en su vida. Por lo cual intentó extraer calor y energía de sus raíces, ahí donde el intenso frio no llegaba.

Fue en ese momento cuando se dio cuenta, lo débiles e insuficientes de energía que se encontraban sus raíces. Desesperado en unas cuantas horas perdió todo su ramaje y podía presenciar como todas sus ramas y tronco rápidamente se secaban. Con el grito de mayor arrepentimiento y aterrorizado, le pidió ayuda al árbol sabio.

─ ¡Amigo!, ¡Amigo! Por favor responde, mira que me muero.

El árbol maduro y sabio, teniendo toda su energía y vida en el subsuelo, apenas si le logró escuchar. Con un brote de energía hacia el exterior le dijo.

─ ¿Qué quieres de mí? Árbol joven y necio.

─ ¡Que me estoy muriendo! ─ Aun más desesperado le gritó el joven árbol.

─ Has descuidado tus raíces, te importó más el mundo de la mentira y de las apariencias, al no entender lo que representa la verdadera belleza. ─ Muy seguro de si le dijo el sabio árbol.

─ ¿Y Cuál es esa belleza? ─ Impaciente preguntó.

Sin dudarlo el sabio árbol le contestó.

─ Yo la llamo sabiduría, la que nos muestra que en esta vida hay tiempo para sembrar y también para segar. Tiempo para reír y también para llorar, tiempo para lucir fuertes e impetuosos y tiempo para descansar. Sin importarnos el tener apariencia marchita o de derrota, son los crueles inviernos de la vida, en sus grandes azotes, los que nos permiten en su transición llegar a la tan esperada primavera. Y para lograrlo es necesario la preparación otoñal, la misma que tú al igual que muchos, al tener apariencia marchita y de ausencia de belleza quieren ignorar.

─ ¿Pero ahora qué hago? ─ Ya casi sin aliento de vida, el joven árbol una vez más preguntó.

─ Las consecuencias de tu insensatez, es algo que solo tú puedes enfrentar. Ahora no importa cuantos otros te elogiaron o prometieron estar siempre contigo, en la vida siempre hay momentos, en los cuales todos respondemos individualmente y este tiempo es solo tuyo.

─ Al decir esto, el sabio árbol una vez más dirigió toda su energía hacía el cálido subsuelo. Donde fuertes se encontraban sus raíces que mostraban la verdadera vida, que en apariencia no había en sus ramas.

El árbol joven dando un último suspiro murió.

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