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Ni Biden ni Trump pueden ganar sin los latinos

Los hispanos definirán las elecciones del 5 de noviembre. El apoyo hacia el republicano es mayor que hace cuatro años y amenaza la victoria del demócrata en Estados clave.
 
STAFF
 
Estados Unidos será en un futuro próximo un país de minorías. Se espera que en 2060 los blancos no hispanos ya supongan menos de la mitad de la población. Es una realidad que dibujan las estadísticas, y la peor pesadilla de Donald Trump, que sueña con “hacer América grande otra vez” —como dice su eslogan más famoso—, expulsando del país a millones de inmigrantes. Para eso, el republicano tendría que ganar las elecciones el próximo noviembre. Y para ello necesita el apoyo de millones de latinos. Esa idea, que parece un contrasentido, tal vez no lo sea tanto. Muchos hispanos, marcados desde su origen por férreos valores conservadores y más preocupados hoy por su bolsillo que por la frontera, están dispuestos a votar por él. La figura populista y xenófoba de Trump se ha normalizado en gran parte del país, y los latinos —la mayor minoría estadounidense con más de 62 millones de personas— no son una excepción.
 
Desde el valle del Río Grande, en Texas, a la pujante ciudad de Phoenix (Arizona), y de las calles de Las Vegas a las de Nueva York, periodistas de EL PAÍS han recorrido algunos de los Estados clave donde se resolverán las próximas elecciones. El resultado es un mosaico de voces que desdibujan la idea de un voto latino uniforme y monolítico. El Partido Demócrata ha perdido apoyos en ese sector y hoy la decisión de los 36 millones de latinos con derecho a voto es más diversa que nunca. En las encuestas sin desagregar por grupos poblacionales, Trump está de momento ligeramente por delante de su rival, mientras parece ganar popularidad entre los votantes hispanos.
 
Hay republicanos de siempre, como Minerva Díaz, consultora de comunicación especializada en libertad religiosa y de expresión de McAllen (Texas), que cree que el Gobierno de Biden “persigue las libertades de las personas”. O antitrumpistas de corazón, como Jiromi Peña, que se estrena en las urnas este año y lleva marcados en la memoria los llantos de su hermana la noche del 8 de noviembre de 2016 en su casa de Las Vegas (Nevada), cuando el republicano ganó por primera vez y pensaron que deportarían a sus padres. Están los desencantados de todo, como Mara Rivera, una puertorriqueña de 53 años de Nueva York, que lleva desde que recuerda votando por “el menos malo” —”todo aquel que no sea Trump”—. Y republicanos primerizos, como Aleida Cura, de 19, a la que le gusta que el partido conservador abogue por aquello en lo que ella cree, “cosas”, dice, “como leer la Biblia y defender la vida”.
 
Los hay conversos, como Rigoberto Flores, de 52 años, 38 de los cuales los ha pasado en Maryland: no volverá a votar por Biden porque “con tantas ayudas sociales la gente ya no quiere trabajar”. Y siguen ahí los demócratas de siempre, como Ángel Lazcano, de 24, exvotante de Bernie Sanders e hijo de un trabajador sindicalizado de Nevada, al que ver al presidente en un piquete hace algunos meses le removió por dentro.
 
Biden llegó a la Casa Blanca respaldado por seis de cada diez latinos que votaron, pero hay dudas de que pueda contar con este mismo apoyo cuatro años después. Trump, a pesar de su dura retórica antinmigrante y en ocasiones abiertamente racista, ha ganado en popularidad entre los votantes de la comunidad hispana, que tradicionalmente han apoyado de forma mayoritaria a los demócratas. En 2016, solo el 28% de los latinos votó por él. En 2020, fue el 38%. Este año, el republicano obtendría el 46% de los apoyos, un 6% más que Biden, de acuerdo con un sondeo de inicios de marzo elaborado por The New York Times. El diario explica, no obstante, que el margen de error de la encuesta es inusualmente alto (10%) debido a la propia naturaleza, escurridiza para la demoscopia, de las comunidades latinas. En estos meses, de acuerdo con el promedio de encuestas de Real Clear Politics, Biden ha ido cerrando la brecha en los sondeos generales hasta colocarse a un 1,2% de distancia de su rival.
 
Los hispanos son suficientes para inclinar la balanza hacia cualquiera de los lados. “Van a ser determinantes, pero ningún partido debe dar por sentado su apoyo”, advierte Clarissa Martínez, vicepresidenta de la organización UnidosUS, en una clara referencia a los demócratas. Los latinos con derecho a voto, ya la primera minoría del país por delante de los afroamericanos, han crecido un 12% desde las presidenciales de 2020 hasta los 36 millones, cuatro más que hace cuatro años. Son el segundo grupo étnico que más ha aumentado, solo superado por los asiáticos (15%), quienes suman dos millones de votantes este año y se colocan en 15 millones de electores.
 
Jiromi Peña y Aleida Cura son dos de esos nuevos votantes, con su recién estrenada mayoría de edad, aunque políticamente se sitúan en las antípodas. El sentimiento antitrump de Peña nació cuando tenía 10 años y todas las cadenas de televisión anunciaban al mundo el triunfo del republicano. “Para mí, es un candidato que espanta”, asegura. A Cura, sin embargo, no le da ningún miedo y considera que hay una especie de presunción demócrata sobre todos los hispanos que no responde a la realidad: “Muchos no expresan sus opiniones por miedo a la cultura de la cancelación”. Ella lucha ahora junto al partido Republicano para sacar de las sombras a esas nuevas voces que se declaran sin vergüenza votantes del magnate, un grupo que no ha parado de crecer en el último mandato.

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