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La tecnología que lo sabe todo

Nuestra vida diaria tiene como parte importante el reconocimiento facial. El rostro ya se utiliza en diferentes lugares del mundo para desbloquear móviles, sacar dinero en cajeros, pagar en establecimientos, realizar controles en aeropuertos o identificar a sospechosos en eventos multitudinarios como partidos de fútbol o conciertos. En 2018 la cantante estadounidense Taylor Swift usó, sin advertir a los asistentes, un software de reconocimiento facial en un concierto en Los Ángeles para detectar acosadores entre su público. Este es solo uno de los ejemplos que en los últimos meses ha levantado polémica entre organizaciones de defensas de los derechos y abre el siguiente debate: ¿hasta qué punto merece la pena la pérdida de privacidad a cambio de la promesa de una mayor seguridad?

Gobiernos de todo el mundo ya se han planteado esta pregunta. San Francisco se convirtió la semana pasada en la primera ciudad en Estados Unidos en prohibir el uso de la tecnología de reconocimiento facial. Otras ciudades como Oakland y Berkeley, en el estado de California, y Somerville, en Massachusetts, también están considerando si prohibir el uso de la vigilancia facial por parte del Gobierno

Este tipo de sistemas pueden representar serias amenazas para las mujeres y las personas negras. Casi el 40% de las coincidencias falsas en el análisis del sistema de Amazon se correspondían con las fotografías de personas de color, pese a que estas solo representaban a un 20%.

 

VIGILAR A LA POBLACIÓN

China es precisamente uno de los lugares en los que más se ha extendido el uso de esta tecnología. “A mí me da miedo porque no es ciencia ficción. En China no se está utilizando para facilitar la vida de seres humanos sino todo lo contrario”, afirma Parra. En el país asiático la policía usa gafas con reconocimiento facial para identificar a sospechosos y hay 170 millones de cámaras de videovigilancia con esta tecnología instaladas por todo el territorio: “Los millones de cámaras te vigilan y ven si cometes cualquier acto que el Gobierno considera inpropio”. Parra explica que estos sistemas se utilizan en China para “medir la reputación de los ciudadanos”. El sistema de crédito social es un instrumento que utiliza el big data para calificar el comportamiento de los usuarios. Dicha valoración tiene consecuencias: por ejemplo, las personas con bajo crédito social tienen prohibido adquirir billetes de tren y de avión.

También en China hay sistemas de reconocimiento facial en las puertas de algunas escuelas para combatir el absentismo escolar y una compañía de transporte de Shanghái pretende equipar su flota de autobuses con un sistema de reconocimiento facial capaz de detectar la fatiga de los conductores. Este tipo de sistemas incluso se utilizan para evitar el malgasto de papel higiénico en los baños públicos del Templo del Cielo en Pekín. Una máquina escanea el rostro del usuario, le dispensa un trozo de papel higiénico de 60 centímetros de longitud y no le permite volver a usar más hasta que han pasado nueve minutos.

Frente a usos más polémicos o con una finalidad no tan lícita, esta tecnología también podría tener efectos positivos en la sociedad. Por ejemplo, a la hora de encontrar a desaparecidos. Solo en Europa desaparecen cada año aproximadamente 250.000 menores, según datos de la ONG Missing Children Europe. El año pasado la policía de Nueva Delhi utilizó esta tecnología para encontrar a más de 3.000 niños desaparecidos, según The Independent. Además, la policía de Boston logró arrestar a los dos terroristas que atentaron en 2013 durante la maratón de Boston, en buena parte, gracias a programas de reconocimiento facial y desde el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano están utilizando estas técnicas para detectar algunas enfermedades genéticas raras.

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